sábado, 29 de septiembre de 2012

Revelaciones

Luego de haberme creído ajeno a todo y a todos en mayor o menor medida, es gracioso ver cómo reacciono ahora. En un instante, y sin pensarlo, saqué a la luz aquel sufrimiento que me inquietaba; todavía persiste, no se va a ir tan rápidamente. Lo loco es que ahora empiezo a abrir los ojos. Sí, tardé más de dos décadas de vida (2,2) en abrir verdaderamente los ojos. Porque uno puede reconocer que está en otro lugar, sea este otro lugar deseado o no, privilegiado o perjudicial; la maravilla ocurre cuando uno retorna a ese lugar al que creía no pertenecer. Encuentra que es simplemente uno más en ese ambiente tan observado desde lejos. En una sola semana leí más de un blog en el que encontré similitudes, sentimientos encontrados, lugares comunes. Y lo curioso es que al principio creí que eran todas señales; algo tiene que significar que yo, en dos o tres días luego de haberme decidido a mostrar algo que me pasa, encuentre en muchos lugares supuestas claves de qué hacer con eso, cómo interpretar el momento, etc. Y así como creí que eran señales, la revelación: todo el mundo pasa por estas cosas. Y es justamente por eso que es muy probable encontrar a más de uno que esté pasando por algo muy parecido a la vez que yo. También es probable que lo escriba, y hasta que yo lo lea. Y ahora es cuando no me siento menos que adentro. Cuando más afuera me vi, no era sino por imposibilidad de encontrar la forma de entrar, y la impotencia que eso generaba. Ahora ya estoy adentro, más adentro que nunca.

PD: es muy irónico que la palabra "blog" no sea reconocida por el diccionario que usa Blogger (así como tampoco la palabra Blogger, ahora que la escribo). En casa de herrero...

martes, 25 de septiembre de 2012

Pensar en TODO

Me siento a escribir, sin saber adónde apunto. Solo sé que hay algo que no me cierra. Insistir en hacer algo que a fin de cuentas no convence, con el argumento de “perdido por perdido”, es algo que cada vez se me complica más. Porque, en realidad, casi que me vi venir esto. Haber venido de una inconmensurable inspiración que me motivaba a hacer cada vez más y me empujaba hacia esa meta con una fuerza inexplicable, para llegar a no saber si en realidad ya pasó el momento, y solamente estoy viviendo del recuerdo, es una sensación horrenda. Por un lado quisiera decir que no es importante cuál es la cuestión, porque total me concierne a mí solamente; cuando en realidad me estoy muriendo de ganas de gritarte “¡nena, me cansé! ¡No te persigo más! A esta altura ya agoté casi todos los cartuchos y no veo razón para seguir intentando verte, cuando del otro lado no me llegan más que incógnitas y no sé qué es lo que querés, así que me aparto porque a mí me hizo muy mal y ahora está dejando de tener ese efecto, con lo cual creo que directamente yo estoy planteándome mi propia incógnita, esa que tanto recibí y que tanto ignoré, porque total no perdía nada intentando. Prefiero que me digas no una vez antes que me pasees mil, porque incluso dándome las vueltas que me diste me sobrecalenté la cabeza pensando qué carajo pasa acá, qué carajo querés, que terminó siendo menos jodido para mí que recibir un ‘mirá, ya no me interesás’, o incluso que me dijeras que estabas haciendo tal o cual cosa con tal o cual persona”.
Y esto que digo no lo termino de decir. Lo escribo. Lo escribo y no sé qué voy a hacer con esto. En realidad tengo esta tricotomía entre decírtelo de frente, mostrarte lo que escribo y directamente no hacer nada. Y el no hacer nada siempre gana, porque mientras me debato qué hacer, estoy justamente no haciendo nada. Y el no hacer nada me lleva a maquinarme aún más, a seguir profundizando esta idiotez que no me lleva a ningún lado, solamente me complica con estupideces. Ni siquiera tengo los huevos de, las veces que te llamé y probablemente siga llamándote, decirte “la próxima vez que te llame, si te invito a salir ¿me vas a decir que sí o preferís que ni lo intente más?” o algo parecido. Porque lo que necesito es cortar por lo sano, y es justamente lo que estoy evitando. Probablemente quedarme con la ilusión de que puede ser que algo pase me gana.
Y justamente ahora es que estoy armándome todo en la cabeza. Una vez escrito, y viendo que me tomó cinco minutos putear todo lo que quise, es que estoy pensando seriamente en llamarte y preguntarte ahora. También tengo la opción del chat, pero no la prefiero, no es espontánea la respuesta. No se notan los amagues a hablar, esos micro instantes en que reacomodás las palabras para que no salgan tan feas, que claramente delatan inseguridad en la respuesta, o parecieran confirmar la peor de las noticias. Y es que justo la peor de las noticias puede no ser la peor. Que me digas que no me querés ver más, que preferís que todo quede acá, que ya fue, puede ser, por un lado, la noticia que no quería confirmar y por la cual me demoré tanto en preguntar. Pero por otro lado puede ser un alivio: confirmo las cosas (para uno u otro caso), puedo comprender en qué estado están. Y ya no necesitaría estar especulando con nada, pensar en qué decir cada vez que te quiero hablar. Probablemente en poco tiempo termine haciendo esto, con una inseguridad fulminante, pero con los huevos más grandes que nunca. Creciditos y todo. Y seguramente tarde en darme crédito por eso, si es que lo hago (hola, inseguridad, no es una sensación como dicen por ahí), pero en definitiva lo tendré que hacer.
Es todo un aprendizaje.
¿Qué me ata a quedarme, a elegir no abandonar?
Estaba tan decidido de que ya estaba hecho, que ya no tenía voluntad para insistir en buscarte cuando vos me eludías inexorablemente. Y ahora veo una foto, nada más que una foto, y me vuelven a brotar las ganas de quedarme. Será que tanto efecto tenés en mí, sin siquiera proponértelo. O que tanto efecto me genero solito. Es posible, pero no me entiendo. Y me agarra de nuevo ansiedad, esperando a que muevas un dedo (ni siquiera hace falta más de uno) y me hables. Porque de llamar ni hablemos (lo dejo en “llamar”; la frase es otra, pero menos que menos). Decirle a alguien que te pone nervioso que te llame implica una de dos cosas: o estás insinuando que no querés que te llame más, y preferiblemente ni te contacte; o también te mueve algo y el llamado te pone en vergüenza, de esa que te pone coloradito. A mí, que me digan eso, y más aún por la forma en que me lo dijiste, me dio a entender lo segundo. No sé si malinterpreté eso, o si hay más cosas, pero la sucesión cosa buena – cosa mala no me hace gracia. Más aún, me perjudica. Y encima darme cuenta de esto es lo que más me jode.
Dicen que el loco es loco porque no puede concebir como anormal su locura. Yo estoy absolutamente al revés: soy perfectamente consciente. Dicho sea de paso, digo la paradoja “yo soy flor de loco” para divertirme con esto. Volviendo un poco, darme cuenta de lo mal que me hace este ir y venir sin terminar de venir, y de mi situación en esto, es lo que me hace parar y decir “carajo, esto no me gusta”. Y vuelvo a ver tu foto, como un pelotudo que le gustan los látigos prendidos fuego y llenos de pinches, mientras come un yogur vencido con toda la nata encima. Y lo peor es que me relajo. Me relajo y espero. Y vuelvo a esperar a que me mandes algo, alguna señal de vida, de interés.
Nada. Carcomerme la cabeza es un título que gané con honores. El problema es que me agoté de carcomerme, y a la vez no quiero dejar de hacerlo. Necesito una patada fuerte, que me saque de donde estoy y me muestre adónde seguir. No tiene sentido seguir escribiendo, pensando, conjeturando. Llego siempre al mismo lugar: la nada. Y vuelvo a hacer un llamado a la solidaridad: péguenme una patada fuerte.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Levante andante

- Una pregunta: ¿te bajás en Santa Fe?
a) - Sí, ¿por?
b) - No, ¿por?
c) - ¿Por?
(Independientemente de la opción, continúa)
- Porque sos linda, y las lindas siempre se bajan en Santa Fe.

Él se baja una parada después de Santa Fe. Como una metáfora del amante frustrado que se siente, ve pasar delante de sí una infinidad de bellezas que solamente se le escapan por poco, por una parada. Alguna vez bajó antes, total son dos cuadras, para ver hasta dónde llegaban a ir al mismo lugar: siempre doblaban en Santa Fe; él seguía derecho. Como si esos caminos evitaran cruzarse, recordándole que no tiene ni media chance de conseguir nada, solamente porque él baja una parada después.
A partir del diálogo anterior, que nunca supo construir, las opciones que le siguen serían:
a1) Le agradece, sonriendo. Sus miradas se encuentran en un destello como esos que ocasionan los autos en la noche, o mismo las estrellas, una vez que han sido miradas un buen rato.
b1) Lo mira reacia, como asqueada por su intento de conversar, aunque sea por unas cuadras. Quién sabe sus intenciones, pero de ninguna manera le podría dar la oportunidad de siquiera robarle unas palabras más.
c1) Le sonríe, sin decir nada. Acto seguido, gira la cabeza hacia la ventana, mirando a la calle, esté sentada en la punta o incluso parada en el pasillo.
Sobreespecular. El despegue hacia el hacer nunca llega. La NASA se habría disuelto en tres meses si hubiesen tardado en lanzar un cohete lo mismo que este tarda en hablar. Y se cree incapaz; no porque no pueda hacer nada, sino que no cree en la distribución uniforme de las probabilidades de ningún tipo. Ni siquiera en las caras de un dado. Al haber intentado hablarle a más de veintitrés mujeres, la distribución actual se torna Normal. Sus probabilidades se confirman variables según el caso.
Él, sin embargo, no cede ante la estadística. Sigue creyendo probabilidades uniformes, con la salvedad de que siempre le irá mal. Uniformemente mal. En cambio, en aquellas oportunidades en que descreyó de todo, tornando toda creencia en su propio ser, comprobó que las leyes estadísticas no tienen utilidad sino en cuestiones medianamente previsibles. La imprevisibilidad de los diálogos, salvo aquellos escritos, tal y como comenzó esta historia, contiene los fundamentos que escapan a toda modelización posible, tornando su línea de apertura a lo que solamente es: una apertura. No puede especular sobre reacciones, no tiene sentido hacerlo. En todo caso, suponiendo que el inicio es válido, ¿qué haría ante cada una de las reacciones? Sus intenciones están definidas desde antes de comenzar a hablar, y quedarán plasmadas en la apertura del diálogo. Ella también lo sabrá, con la diferencia de que su opinión será un misterio hasta tanto no se busque exteriorizar la intención que ambos saben que él tiene. Entonces, solamente puede esperar la reacción, y recién entonces pensar en cómo actuar. Quizás aparece otra opción que no había considerado. ¿Qué haría en ese caso? Un programa mal programado se tilda. Si él hace lo mismo, se llega a un fin indeseado.
Quizás todo se resume en una frase.